jueves, 17 de abril de 2008

EL ÚLTIMO UNICORNIO, de Peter S. Beagle

No recuerdo exactamente que edad tenía cuando vi por primera vez la versión animada del clásico de Peter S. Beagle The Last Unicorn, pero sé que me sentí muy triste. Y es que, a los siete u ocho años, uno no espera tal carga melancólica en un filme para niños; tampoco una visión tan densa acerca de la inmortalidad y el sufrimiento. El camino de Lady Amalthea me dejó con un nudo en la garganta, y no era para menos.

Es muy posible que, si no creciste en los años ochenta, no hayas visto esta joya cinematogrfáfica, basada en la novela homónima publicada por vez primera ¡en 1968! Diez años antes que naciera quien esto escribe. Beagle, narrándonos las desventuras del último unicorno sobre la tierra, contruye una hermosa fábula sobre el devenir de todas las cosas, sobre el poder y la fragilidad del amor cómo única tabla de salvación ante la inminencia de la muerte, y de paso, una alegoría sobre la codicia y el anhelo humanos de enclaustrar la belleza, en aras de encontrar algo para menguar el vacío que habita el corazón humano. Haber leído el libro casi 20 años después de haber visto el filme, fue una experiencia gratísima, y lo es siempre leer a este finísimo autor norteamericano, descendiente de una tribu casi al borde de la extinción.

A través de una galería de personajes extravagantes, mas todos exquisitamente diseñados, Peter da rienda suelta a su propia tristeza, a su misma esperanza. La mariposa que le dice al unicornio, quien le pregunta si ha visto a otros como ella [es una hembra]: "escucha, no me escuches a mí, ¡escucha!" El torpe aprendiz de mago cuyo sendero se cruza con el del unicornio, quien termina enseñándole más de sí mismo. Y mi favorita, la vagabunda Molly Grue, quien suelta una de las líneas más conmovedoras jamás escritas, cuando se topa con la criatura que siempe soñó con acariciar y grita a la unicornio: "¡Maldita, maldita seas! ¿Por qué no viniste a mi antes, cuando era yo nueva, cuando era una de esas jóvenes doncellas inocentes ante quienes siempre apareces? ¡Cómo te atreves a venir ante mi ahora, que soy esto!"

Por alguna razón, aun a esa temprana edad, me supe muy parecido al Rey Haggard, el solitario anciano que se roba a los unicornios, para disfrutar siempre de ellos, pues son lo único que parece proporcionarle placer en el mundo. El malvado toro rojo, criatura mágica y poderosa, sin duda pobló las pesadillas de más de un chico en aquellos tiempos.

Una de las tantas cosas que hace a esta película inolvidable es su maravillosa banda sonora, con canciones del talentoso Jimmy Webb y la excelente banda de rock setentera America. No hay una sola pieza que no sea perfecta para la escena, y no dé un valor agregado al guión, enriqueciendo las sensaciones del espectador.

Si tienes oportunidad, lee este libro o dale una oportunidad al filme. De preferencia solo, sola, o con una persona con quien tengas un vínculo afectivo especial. No es una historia para experimentar en grupo, comiendo palomitas o pizza, definitivamente, no lo es. Se necesita calma y silencio para captar y sentir todo lo que esta obra tiene para ofrecer. Y al final, estarás de acuerdo con Schmendrick el mago y su idea de por qué no existen los finales felices.

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