sábado, 19 de abril de 2008

Guillermo del Toro y la infancia infeliz

Desde el momento en que la diabólica/santa mano de Guillermo del Toro tocó El Orfanato, bendijo el filme. Era imposible que la ópera prima de Juan Bayona y Sergio Sánchez [dirección y guión, respectivamente], abriendo con un Guillermo del Toro presenta, pasara desapercibida ante la escena mundial, que ya tiene como ubicado al cineasta mexicano como un indicador indiscutible de calidad en lo que a fantasía y horror se refiere. Pero, ¿está la película a la altura de su padrino? Veamos...

Por un rato, la historia, excelentemete llevada, nos emite demasiadas referencias a obras anteriores de Guillermo. Es imposible no empezar a compararla con El Espinazo del Diablo, pero, a medida que la trama se desarolla, experimentamos sus complejidades y riquezas propias. Expandiendo los límites del género, se adentra hábilmente en el territorio de lo dramático, ¿cómo no mover fibras, cuando estamos ante el caso de un niño con SIDA?

El fantasma del abuso infantil está presente en toda la historia, sin duda, habrá sido algo de lo que atrajo a Del Toro, quien parece mostrar una debilidad especial por el universo de los niños y su forma de enfrentarse al terrible mundo de los adultos.

Belén Rueda y Fernando Cayo hacen un trabajo excelente dando vida a los padres adoptivos de Simón, el niño con inmunodeficiencia, a quien el pequeño y sorprendente Roger Príncep logra infundir la ternura y dolor que el personaje necesita para ser absolutamente creíble. Una grata sorpresa es el entrañable "señor barriga", Edgar Vivar, como el investigador paranormal que trata de ayudar a los padres del desaparecido Simón, ni qué decir de la exquisita presencia de Geraldine Chaplin, que maravilla con su acento en castellano en el papel de la médium que descubre el horror sucedido en el antiguo hogar de los niños.

Habrá que estar pendientes de los ulteriores trabajos de este par. Bayona y Sánchez han entrado por la puerta grande, demostrando que tenían los tamaños para hacerlo. Merecidísima mención al Oscar, por supuesto. Larga vida al Orfanato, que sin duda se convertirá en un clásico en los años por venir, si es que no lo es ya.

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