Basado en el musical de Stephen Sondheim, Sweeney Todd es un filme brillante, absolutamente burtoniano, con todo lo que ello implica, de antemano condenado al culto de darketitos, pseudogóticos, emos y las demás modas que aparezcan esta semana. No obstante la distorsión de la que seguramente será víctima, mostrará su rostro verdadero a quienes, libres de etiquetas, puedan ver y sentir más allá de [oh, Dios misericordioso] la melancolía, la oscuridad, y esas ideas que últimamente tanto gustan de presumir los que presumen de sensibles.
La historia del barbero demoníaco de la calle Fleet es triste, sí, muy triste. Conmovedora. La soberbia fotografía de la mano del polaco Dariusz Wolski [ver Ciudad en Tinieblas, donde también trabajó, con Alex Proyas] le dal el toque perfecto que esperamos en un filme del hijo más estrafalario de la casa Disney. Pero, lo que Mundo MagiKo le agradece esta vez a Tim Burton es haber explotado -explorado- es vena de crueldad y demencia que indudablemente tiene, al igual que su actor fetiche, Johnny Depp. Imposible no remitirnos a más de una década atrás, en varias escenas de Eduardo Manos de Tijera, como cuando el tierno personaje explota y arruina el papel tapiz con sus manos -ni qué decir de su expresión al matar al hijoputa de Jim. Claro está que, esta vez, el material se prestó para que ambos orates dieran rienda suelta a sus demonios. Esto, unido a un exquisito humor negro, son una combinación nada rechazable.
No parece que podamos librarnos de Helena Bonham Carter, esposa de Tim, madre de sus hijos [seguro serán los raros en la escuela], pero, afortundamente, era buena actriz desde antes del matrimonio y, vaya, también canta. Alan Rickman como el despreciable juez Turpin; Timothy Spall, el Bedel Bamford, y Sacha Baron Cohen [sí, Borat], encarnando a Pirelli, el falso peluquero italiano, completan el cuadro. Ah, y el niño Toby, Edward Sanders. Johanna, la hija de Sweeney, resulta un tanto olvidable, quizá por la frialdad del personaje, que era hasta cierto punto requerida.
Resulta poco probable que a alguien soprenda el desarrollo de los acontecimientos en esta predecible película. Definitivamente la trama está pensada para el espectador ya sepa lo que ocurrirá y, en un claro dejo de placer culpable, siga al barbero en su infortunada búsqueda de la venganza. Dicho sea de paso, más allá de ésta, quizá el punto medular de esta obra sea el egoísmo, que torna al hombre hueco y, a la corta o a la larga, en un monstruo que se devora a sí mismo.
No soy adepto a los musicales, en su mayoría. En esta ocasión, estoy pensando seriamente en ir por el soundtrack. Pocas veces el horror y la belleza se unen de tan peculiar manera. Burton debería hacer más filmes como éste. Son tremendamente disfrutables The Nightmare Before Christmas o Corpse Bride, pero, las travesuras extremas y la maldad le sientan bien, ¿acaso no se vieron atrapados en algún momento de Sleepy Hollow? Votamos porque, en un futuro no lejano, Tim dirija una película de horror, cien por ciento.
La historia del barbero demoníaco de la calle Fleet es triste, sí, muy triste. Conmovedora. La soberbia fotografía de la mano del polaco Dariusz Wolski [ver Ciudad en Tinieblas, donde también trabajó, con Alex Proyas] le dal el toque perfecto que esperamos en un filme del hijo más estrafalario de la casa Disney. Pero, lo que Mundo MagiKo le agradece esta vez a Tim Burton es haber explotado -explorado- es vena de crueldad y demencia que indudablemente tiene, al igual que su actor fetiche, Johnny Depp. Imposible no remitirnos a más de una década atrás, en varias escenas de Eduardo Manos de Tijera, como cuando el tierno personaje explota y arruina el papel tapiz con sus manos -ni qué decir de su expresión al matar al hijoputa de Jim. Claro está que, esta vez, el material se prestó para que ambos orates dieran rienda suelta a sus demonios. Esto, unido a un exquisito humor negro, son una combinación nada rechazable.
No parece que podamos librarnos de Helena Bonham Carter, esposa de Tim, madre de sus hijos [seguro serán los raros en la escuela], pero, afortundamente, era buena actriz desde antes del matrimonio y, vaya, también canta. Alan Rickman como el despreciable juez Turpin; Timothy Spall, el Bedel Bamford, y Sacha Baron Cohen [sí, Borat], encarnando a Pirelli, el falso peluquero italiano, completan el cuadro. Ah, y el niño Toby, Edward Sanders. Johanna, la hija de Sweeney, resulta un tanto olvidable, quizá por la frialdad del personaje, que era hasta cierto punto requerida.
Resulta poco probable que a alguien soprenda el desarrollo de los acontecimientos en esta predecible película. Definitivamente la trama está pensada para el espectador ya sepa lo que ocurrirá y, en un claro dejo de placer culpable, siga al barbero en su infortunada búsqueda de la venganza. Dicho sea de paso, más allá de ésta, quizá el punto medular de esta obra sea el egoísmo, que torna al hombre hueco y, a la corta o a la larga, en un monstruo que se devora a sí mismo.
No soy adepto a los musicales, en su mayoría. En esta ocasión, estoy pensando seriamente en ir por el soundtrack. Pocas veces el horror y la belleza se unen de tan peculiar manera. Burton debería hacer más filmes como éste. Son tremendamente disfrutables The Nightmare Before Christmas o Corpse Bride, pero, las travesuras extremas y la maldad le sientan bien, ¿acaso no se vieron atrapados en algún momento de Sleepy Hollow? Votamos porque, en un futuro no lejano, Tim dirija una película de horror, cien por ciento.
1 comentario:
La quiero
La quiero
La quiero
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